miércoles, 21 de mayo de 2014

La llegada




Radamel y su elegancia felina




La llegada
De mala manera, la mujer ya cansada e irritada la arrancó de la teta de su madre.
Pequeñita, gimió su queja digna y felina.
Se sintió arrojada al invierno frío e inhóspito.
Y sintió eso. La fuerza interior de sus ancestros gatunos que la amaban desde su corazón de minina.
Negra, renegrida, azabache, sus ojitos celestes imaginaron el calor de un hogar y la caricia sanadora.
Desde su caminar sin rumbo, sintió el llamado de un nido amante que la esperaba. Maulló, maulló esperanzada frente a la ventana cerrada.
Y sucedió el milagro. Un jovenzuelo soñoliento y dulce abrió la falleba y la tomó de la pancita suave y peluda. Se sintió amada.
El chico, en boxers con duendes la llevó a la cocina y le entibió leche. La minina sació su sed de madre en un instante.
Después, se acurrucaron juntos  en la cama y comenzaron a vivir esta historia de amor que recién comienza.


Esta es la historia verdadera de Radamel, mi gata negra, y mi hijo segundo, Francisco. Dedicada, con amor, a ellos dos.

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