viernes, 31 de diciembre de 2010

La sana dureza

Una observación al lector: cuando escribo, hablo de mí en relación a mí.

 

 

 

31/12/10

La sana dureza

 

Soy la dureza del metal, que incide preciso en el lugar exacto.

 

Soy la dureza instantánea, perseverante y justa de la gota que horada la piedra.

 

Soy la dureza sutil y trascendente del fuego, devorando arrasador viejos bosques maltrechos.

 

Soy la dureza mansa de la nueva luna de Capricornio.

 

Soy la buena dureza de la madera, haciéndose altar en la mano del carpintero.

 

Soy la dureza brillante de la amatista, que brilla insospechada sobre la tierra virgen, reflejándose en las estrellas.

 

Soy la blanda y fértil dureza de la Pacha Mama que sostiene, sabia y tierna.

 

Yo Soy la que Yo Soy, Yo Soy la que Siempre Fui.

 

Emmavioleta Del Monte.

martes, 21 de diciembre de 2010

Navidad




20/12/10



Navidad



Tiempo de calma, de recogimiento, de balances.

De agradecer al Cielo estrellado y a la Tierra florida todo lo logrado.

De pedir a lo Supremo, a lo Sublime, que nos acompañe en las metas que se aproximan.

De recordar nuestra misión en este lugar.

De traer a la memoria fértil de los más jóvenes los principios de vida de nuestros ancestros.

Momentos de mirar para adentro, y reconocer, admirados, el pesebre humilde que cobija a nuestro Niño de amor, en paz y luz.


Emma Violeta Chauvy

martes, 14 de diciembre de 2010

Guerrero

Para Rick, mi compañero.

 

Guerrero

Envuelto en su piel de leopardo, camina ágil y cauto entre la selva sombría que lo contiene.

 

Sigue atento el andar leve de una gacela joven.

 

Los trinos nocturnos de los pájaros aliados le indican el rumbo de su presa.

 

La maroma intrincada retrasa su avance lento y decidido.

 

Gaia espanta sus miedos, y sostiene, amorosa, su marcha solitaria.

 

Un gemido, Un silencio expansivo. Un frio negro en el pecho.

 

Alarga, temeroso, su brazo. Toca la piel tersa del animal asustado que tiembla su miedo de muerte. Respira relajado, acaricia con mano suave de amante la hembra hasta que se tranquiliza.

 

Sus hombros fuertes la cargan rumbo a los fuegos familiares de la tribu.  El cervatillo huérfano que encontró ayer tendrá quien lo amadrine.

 

La resplandor de la luna ilumina en la noche su nobleza bárbara y universal de hombre de la vida.