jueves, 30 de mayo de 2013

La pausa de los años


La pausa de los años

Hoy, tengo una madre viejita. Y dos hermanas mayores que yo.

Como todos los seres humanos, como cada familia, tenemos nuestras luces y nuestras oscuridades.

Con la particularidad de una progenitora que nunca pudo asumir su rol de madre de hijas adultas.

Siempre nos colocó en lugares de víctimas: a esta de los golpes de la vida, a la otra de la enfermedad, a la de  más acá del trabajo. Nunca pudo acompañarnos en la salud, para prevenir. Tener alguien sufriente y cuidarlo  era su razón de ser.

Hoy, mi madre está integrando sus aciertos y sus errores. Está perdida. Habla mucho del trabajo, siempre hay huevos que juntar y niños que alimentar. Fue esa la historia que pudo construir.

De vez en cuando, lanza al Universo una frase clara: “—Hay diferentes formas de ver las cosas. Pero  a veces, no se las puede respetar— “. Y sí, a  todos nos salen las sombras de la competencia de vez en cuando.

Hay, sin embargo,  algo bueno y bello en esta historia: la madre anciana, con su pausa obligada, logra que las tres hermanas nos encontremos en su casa. A conversar entre mujeres, en pie de igualdad. Quizás aún asoman las rivalidades infantiles por la mirada de la madre. Pero ya las podemos nombrar. La madurez que asoma al amanecer de los 50 nos predispone al diálogo, a la escucha. En un modelo familiar que nos propuso ser idólatras del trabajo, la quietud de la madre hace que las tres hermanas podamos soltar nuestra hiperactividad insana, y que logremos disfrutar de la dicha de hablar de nuestros gustos, de nuestros sentimientos y emociones.

De equilibrar nuestro Yin y nuestro Yang.

De ser mujeres femeninas, al fin.

1 comentario:

  1. Me encanta este hallazgo maravilloso, yo que ya pase hace un tiempo mis 50. Guapa Guapa y ole, desde Canarias-Tenerife te saludo y te felicito por esta hermosa labor. eres maravillosa, que Dios te bendiga.

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