lunes, 20 de mayo de 2013

Inexorablemente, de a dos






20/05/13

Inexorablemente, de a dos

El era alto, panzoncito y buen mozo. Excelente varón.
Ella, regordeta y tímida. Corazón generoso y sano.
Los dos, muy sensibles. Hasta diría susceptibles, a veces.
Usaban corazas, ellos. Tenían miedo de amar y ser amados. Miedo a ser lastimados.
Y se hirieron. Mutuamente. Sin darse cuenta. De apurados, los dos. De inexpertos. De puro jóvenes que eran.
Se fueron lejos uno de la otra. Se vieron los dos con actitudes torpes y atolondradas. Y aprendieron a amarse desde la distancia. Una distancia que les permitió contemplarse y reconocerse. Saber que eran amantes desde el ser. Que ni mil adversidades podrían separarlos. Que amarse con toda la alegría del encuentro final era inevitable.
Y por fin, se juntaron. Y descubrieron el mundo y la vida, compartiendo amaneceres, neblinas y cóndores.
  

Esta es una sencilla historia de amor. La de tantos apresurados. De gente sencilla, como vos y yo.
Esto nos pasa por ser así.
Por puro jóvenes que somos.

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