miércoles, 26 de septiembre de 2012

Diálogo de alas

--Mi pequeño...te he abandonado, te he dejado solo, perdóname...no te hice caso...--la Madre llora acongojada...


--Madre, no te culpes — dice el Pequeño Ego , fuerte y sano--. Estoy íntegro. Comí de los frutos rojos del bosque, los jilgueros y las calandrias me indicaban donde estaban. Me dejaste pan, nueces y almendras en lugares recónditos. Sólo tu intuías, sin darte cuenta, donde yo estaba. Comí bien, bebí del agua de las vertientes. Los gamos del monte me hicieron un nido entre ellos, y dormí acompañado por su amor y calidez. El viento me arrulló con canciones de cuna. Siempre te recordé, Madre, y sabía que estabas alejando mis captores de mi. Estuve a punto de sucumbir ante “la prolijidad” y el “qué dirán”, pero las hadas y los gnomos me hicieron huecos invisibles en troncos de árboles, y allí me escondí hasta que pasó el peligro. Soy salvaje, Madre, porque me has hecho libre, y te agradezco tus cuidados sutiles--.

--Es verdad, Hijo, ahora me doy cuenta--, la Madre del Pequeño Ego respira aliviada. – No te veía, pero te olía en el aire. Olía tus pasos, tu perfume a yerbabuena en el aire, y mi alma se elevaba de nuevo. Déjame abrazarte, Hijo, déjame cuidarte--.
--Gracias, Madre. Solo enséñame a ser grande, sabio y humilde. Cuéntame tus secretos, tu silbido que atrae las aves y los virachos, quiero aprender a intuir al tala con sus frutitos amarillos que llenan el alma de sol. Muéstrame los yuyos que curan el rencor , la tristeza y el mal de amores. Hazme amigo del yacaré, para aprender el arte de su paciencia activa. Convídame a jugar con las avispas del camachuí, para que mis palabras sean miel picante y profunda, que sanen la ignorancia y el desamor. Madre, enséñame a ser montaraz como tú, a cuidar mi libertad y mi libre albedrío. Madre, que mi Padre el Sol me haga cosquillas desde lo alto, y que mi abuelita la Luna me regale una cana de plata, cuando yo recuerde que soy “el que sabe quien es”. Madre, ya es hora de que juguemos, llévame a tu lugar favorito!--.


--Hijo...siempre has estado en el rincón iluminado de mi corazón!--.
Todos tenemos un Pequeño Ego sano, aparte de ese gran ego que tanto trabajo nos da. Este Pequeño Ego es sabio, humilde, se sabe salvaje, no se deja atrapar por las luces de la sociedad. Tiene una Madre Interna, una madre que , a veces alejada, pero siempre fiel, le cuida las espaldas hasta que crece y se hace independiente de cuanto lo rodea. Independiente y relacionado sanamente con su entorno. Con límites, con cuidados, con precaución. Sabiéndose fuerte y único, igual a otros y exclusivo a la vez. Diferenciado.
Individuo.

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