10/08/13
Ser perspicaz
El español es un idioma muy rico en matices.
Me encantan las palabras, es mi mundo.
Nacida en una familia de descendientes de europeos, de
hábitos duros y rígidos, con su amor y su dulzura a la vez, me refugié en la
lectura.
La perspicacia no estaba dentro de los valores de la cultura
familiar. Se iba del extremo de desconfiar de los empleados siempre, o de los
desconocidos, a confiar ciegamente en los allegados o en amigos. Craso error.
La perspicacia tiene que ver con el olfato emocional, con la
intuición. Con el límite, con la prudencia. Con la calma, con la serenidad. Con
el instinto de defensa aguzado y despierto.
Es relacionarse o estar “hasta ahí”, no demasiado cerca. Ni
demasiado lejos como el desconfiado.
Es “ser vivo”, diferente de “ser avivado”.
Tener perspicacia es relacionarse con todo el mundo, hasta
ese lugar donde ni puedo ni me pueden hacer daño.
Es observar, y soltar, la ingenuidad infantil que nos lleva a
exponernos y transitar dolores innecesarios.
Es cuidarnos, protegernos a nosotros mismos.
Emma Violeta Chauvy Barolin
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